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Y UN DÍA TUVIMOS FOTÓGRAFO Nuestro primer fotógrafo, don MartÍn Davorín TRATNICK

Conocé la historia del primer fotógrafo de la localidad, Martín Davorín Tratnick.

Escribe la museóloga Mechi Palavecino para Archivos del Sur, en colaboración con su hermano Tato.

Y UN DÍA TUVIMOS FOTÓGRAFO
Nuestro primer fotógrafo, don MartÍn Davorín TRATNICK

Escribe Mechi Palavecino, museóloga, Prof. Historia U. N. Comahue para Archivos del Sur, en colaboración con su hermano Tato.

En esta oportunidad quiero recordar a la persona que fuera nuestro primer fotógrafo, el querido don Martín Tratnick, croata de nacionalidad, y piloto de la aeronáutica en su país. Vino a nuestra tierra, según él contaba a mi familia en casa, en algunas de las innumerables veladas y almuerzos que compartíamos durante todos los años que estuvimos en este lugar cuando mi padre fue asignado a la Jefatura del Correo aquí, en octubre de 1956, cuando yo contaba con 1 año y tres meses de edad.
Don Tratnick era una persona solitaria pero muy divertida cuando estaba en reuniones de amigos, tenía un humor sórdido y una gran cultura, dominaba 9 idiomas. Vino a nuestro país, como tantos europeos, durante o después de la Segunda Guerra Mundial, esa catástrofe que enlutó a la humanidad, llevándose la vida de millones de personas inocentes por la ambición de algunos, el fanatismo de otros y la intolerancia de los gobiernos.

Él contaba que se tuvo que ir de su país cuando supo por unos amigos que lo iban a detener para fusilarlo, salió como pudo y emigró a la Argentina lejos del conflicto. Supo aquí que su esposa se casó nuevamente y le cambió el apellido a Maia, su única hija. Jamás pudo regresar a pesar de haber heredado unos castillos en su patria tras la muerte de una tía. Una vez en Buenos Aires se contactó con otros compañeros de su país que habían venido antes y fue a trabajar de conserje en un hotel de Mar del Plata, propiedad de Ante Pavelik, líder croata en el exilio. Como su patria era montañosa y añoraba el paisaje de su tierra, vino a Bariloche donde tenía otro paisano amigo, el fotógrafo Rolla. Desde ahí, luego de recorrer la zona, decidió radicarse en Villa la Angostura y trabajar como fotógrafo con el equipamiento que le habría provisto su amigo, que tenía una casa de fotografía en la vecina ciudad.

Aquí alquiló una vivienda en la Villa, actual Puerto, a la familia Barbagelata, donde ahora se ubica Viejos Tiempos. Contaba con equipo fotográfico y dos motocicletas. Fue nuestro primer fotógrafo. Todos los vecinos concurrían a su casa a sacarse las fotos de carnet y solicitaban sus servicios para las fotos sociales. Recuerdo que tenía un flash a magnesio en esos tiempos, y todos conteníamos el aliento hasta ver el fogonazo…..Cuando salía o debía revelar las fotografías cerraba la puerta con llave y ponía un cartel en ella, prolijamente escrito, explicando, “Voy en Flecha, vuelvo en cuatro”, o “si golpeas y no atiendo, estoy ocupado”, “regreso en quince”….sin especificar a qué hora se había ido, y otros por el estilo.

Pasaba por nuestra casa, se sentaba en el comedor mientras mamá cocinaba y le servía un café con ginebra Bols, escuchaba música clásica y conversaba. A veces contaba atrocidades de la guerra. Tomaba ansiolíticos como valium, rivotril, lexotanil para poder dormir, se despertaba gritando por las madrugadas y se ponía a trabajar en sus artesanías. Como nosotros vivimos en un Parque Nacional en general aquí no tenemos ruido de helicópteros o aviones, pero algunas veces, que sí los hubo por alguna circunstancia excepcional, él se alteraba mucho y buscaba dónde protegerse, y después se disculpaba.

Reminiscencias de la guerra.

A fines de los cincuenta, década del sesenta y principios del setenta, siempre compartíamos las reuniones sociales, éramos todos una gran familia, la mayoría de mis relaciones familiares de esos tiempos eran personas como nosotros, que habían venido de otros lugares, las maestras, los médicos, el juez, el guardaparques....pocas personas realmente estaban de hacía mucho aquí en ese momento, no eran tantos los pobladores.
Además de sacar fotos, él era un gran artesano en madera, siempre caminaba por las playas buscando nudos y raíces de formas exóticas que trae el agua, estaba buscando troncos con distintas formas de diferentes árboles y realizaba cuadros con incrustaciones de diversas maderas, colores y texturas. Un trabajo impecable, muy valorado por los entendidos y vistoso para el público común.

Quería hacer una breve reseña para conocimiento de muchos de mis lectores que quizás no lo saben. cuando se creó Parques Nacionales en 1934 el presidente de su Directorio, Dr. Exequiel Bustillo, promocionó entre sus amistades y familiares este hermoso lugar y muchas personas de renombradas familias patricias compraron propiedades y construyeron sus viviendas de veraneo aquí. Así, el Dr. Federico Pinedo, amigo personal de Bustillo, compró costa de lago sobre el actual Bv. Quetrihue, y el arquitecto Alejandro Bustillo le construyó la vivienda en materiales de la zona. Al asumir el gobierno el peronismo, se expropiaron muchas propiedades y otras personas fueron obligadas a vender, como el caso del Dr. Garcia Merou, primitivo dueño de Inalco.

La propiedad del Dr. Pinedo fue entregada a la UBA (Universidad de Buenos Aires) y se le puso el nombre de Inacayal, antiguo cacique Tehuelche que habitaba esta zona, pero, como en ninguna parte se explica el porque de este nombre, desde mi punto de vista, el homenaje se quedó a mitad de camino.
En mi infancia, la UBA recibía en ese tiempo cantidad de contingentes de estudiantes de todas las carreras durante el verano. Como las clases aquí tenían el período septiembre-mayo estábamos en época escolar cuando venían los estudiantes, siempre visitaban nuestra pequeña escuela y nosotros nos beneficiábamos de sus conocimientos ya que ellos eran de distintas disciplinas. Los estudiantes de psicología nos hacían innumerables test, los de medicina colaboraban en las campañas de vacunación, otros nos daban espectáculos de música, de títeres y mil cosas más, en la escuela o en su predio, que es muy grande y hermoso..

Don Tratnick tenía una muy buena relación con los estudiantes de la UBA, recuerdo que siempre lo invitaban a compartir las veladas de música y debates de distintos temas de interés, conversar con ellos siempre era muy instructivo y ameno y muchos lo visitaban en su casa para comprarle sus hermosas artesanías. Comento esto porque se perdió ahora eso de la integración de los estudiantes con la comunidad, se me ocurre que tiene que ver con que ahora nuestro período escolar es el común y creo que ya no vienen contingentes tan numerosos de estudiantes.
Yo también iba a visitarlo, él me llamaba “Mangangá”. Recuerdo que una vez, yo jugaba en su jardín y unos turistas le preguntaron si era su hija y él dijo que sí, los turistas dijeron “como se nota que es extranjera…”, y cuando se fueron, él y yo nos reímos mucho. Tenía esa cosa de la ironía y el desafío, recuerdo escucharlo quejarse algunas veces de ciertos turistas que son muy preguntones, todos los que vivimos aquí los hemos padecido en algún momento, y no siempre nosotros sabemos todo, como puede ser cierta toponimia del lugar, y algunos turistas piensan que deberíamos saberlo… el caso es que una señora le preguntó el significado de un montón de nombres y don Tratnick le iba respondiendo y la señora tomaba nota en una libreta, en un momento, don Martín no sabía y muy seguro le respondió “eso quiere decir chancho gordo”, y la señora tomó nota también. En otra oportunidad vino a casa muerto de risa, al preguntarle a mi madre qué le pasaba y le contó, quejándose, de un incidente… "Te vienes gorda muy fea y te reclamas que no había salido linda en la foto…”. Entonces él, que no era de tener mucha paciencia, le respondió: "Mirá el cartel!!! ¿Qué dice ahi... Dice Mago? No...!!! ¡¡¡Solo dice fotógrafo!!!... si quieres salir linda, escondes detrás de árbol y sacas la mano. Ahí vas salir linda" . Vino a casa muy tentado a contar su picardía. Así era él….


Hombre muy cristiano y por demás parco, hacía ayunos y vivía frugalmente, recuerdo que una vez vino a casa muy indignado porque había escuchado un villancico de navidad y cuando se pone a prestar atención la letra decía: “Toooomme geeenioool...” con la música de la “Noche de Paz”. ¡Qué indignado que estaba!... En invierno sabían ir en lancha con don José Diem a esquiar al cerro Dormilón, que queda al otro lado del lago. Una vez habían subido al cerro Belvedere con un jefe de Correos anterior a mi padre, que tenía un ojo de vidrio y lo ocultaba celosamente. Ese día era tal la magia del momento que el hombre decidió quedarse hasta la puesta del sol para admirarla. De nada le valieron las advertencias de don Tratnick sobre las complicaciones del descenso cuando no había ni senda en esos tiempos. La cuestión fue que cuando estaban bajando el hombre tropezó con un tronco en la penumbra y al caer se le salió el ojo de vidrio. Don Tratnick lo veía buscando a tientas en el suelo no sabía qué, y en un momento determinado el hombre agarra algo del suelo y sucio como estaba rápidamente se lo coloca para que don Tratnick no lo note... Craso error, al momento le empieza a lagrimear el ojo de forma incontenible impidiéndole ver incluso con el otro, la cuestión que la jornada terminó con don Tratnick llevando al hombre a upa en la oscuridad por la ladera del cerro cuesta abajo con el compañero llorando para poder regresar a la casa.
Tenía amigos en la confitería de Puerto Manzano, la familia Reninckaf, que se mudaron a Nono, en Córdoba, algunos inviernos se iba para allá a pasar con ellos y volvía renovado, con otro semblante, con la ropa limpia y con el físico recuperado, dado que, en la Villa, ocupado en sus cosas, a veces se olvidaba de cocinarse, pero, los buenos vecinos siempre lo invitaban a un almuerzo o una cena.
Recuerdo una vez que había conseguido la receta de unos ñoquis que se hacían en su tierra y afanosamente se había puesto a hacerlos, en eso golpean la puerta, entonces para que no se vea, puso la bandeja con los ñoquis sobre el asiento de la silla y la corrió debajo de la mesa. Era “el negro” Cuadrado que trabajaba en la Usina que venía a visitarlo porque le habían traído un vino de San Juan y quería compartirlo con él. Se pusieron a charlar en la puerta y trago va, trago viene, el amigo se volvió para la Usina y don Tratnick perplejo se preguntó: ¿Qué era lo que estaba haciendo yo? mientras se sentó en la silla... Inmediatamente al sentir algo blando debajo, se acordó: ¡Ñoquis!!! Pero ya era tarde... habían pasado a formar parte del pantalón, y éste era el de trabajo….y tenía mucha suciedad encima...imposible recuperarlos…
En mi casa por las noches, en los largos inviernos de antes, mamá nos tenía prohibida la palabra “aburrimiento”, y siempre inventaba algún juego o pasatiempos, considerando que antes no teníamos televisión ni internet, y solo se escuchaba radio, durante el día LU8 Radio Bariloche y por las noches las radios del vecino país, Agricultura, Minería o alguna otra que no recuerdo.

Don Martín venía a casa y compartíamos las tardes y noches con él. Jugábamos juegos de mesa, el ajedrez con mi padre o todos al Tuti fruti, o la Geografía, que no recuerdo si existe o lo había inventado mi madre, que era una mujer sumamente creativa. El juego consistía en escribir de acuerdo al requerimiento del momento: entonces una persona recitaba el abecedario para sí misma, otra le decía “basta” y en la letra que había quedado se utilizaba para escribir palabras que comenzaran con esa letra en relación a Geografía. Hasta podían ser nombres de lugares o calles, durante un tiempo determinado. Don Tratnick siempre sabia los nombres de muchísimos lugares, y si no sabía los inventaba, diciendo que era un pueblo de Yugoslavia, o algo parecido…Una vez, jugando al Tuti Fruti, estábamos escribiendo animales con "G" y habíamos escrito gato, gallina... y él había puesto gárgola y gartija. Entonces mamá le dice: “Pero don Martín, la gárgola vaya y pase pero gartija no es ningún animal... Que en todo caso sería lagartija, pero es un animal que empieza con "ele", a lo que don Tratnick le responde: El animal es "gartija", "La" es artículo...
Recuerdo que yo tenía un perro negro y quise tener una fotografía con él, para no pedirle a mi padre, que también sacaba fotos, pero no tenía el sentido artístico del que vive de la fotografía, fui a lo de don Martín a solicitársela. Me dijo que volviera al día siguiente a determinada hora porque el sol estaría mejor sobre el cerro Bayo y otras cosas que no recuerdo…..mi perro estaba suelto y a veces me costaba encontrarlo y que me acompañara, ya que yo no tenía una correa para él, iba a lo de don Tratnick con el perro y me decía que mejor a otra hora, por algún otro motivo, así pasaron dos o tres días, cuando finalmente la foto se concretó, me veo sentada sobre un tronco con el cerro Bayo de fondo en una hermosa tarde y el perro apenas se ve, porque decidido correrse atrás del mismo, y don Tratnick por pensar en hacerme una buena foto a mí, y no al perro estaba más pendiente de la luz sobre el cerro y esas cosas, y no se dio cuenta que el perro se había movido…….se enojó mucho cuando le pregunté por el perro que apenas se veía, me contestó “pero que quieres, vienes tarde y con un perro negro…..” así era él....
Compartíamos muchos almuerzos, cenas y tardes de juegos, todos en mi casa le teníamos mucho cariño y muchas veces él decidía contarnos anécdotas de la guerra, lamentándose de nunca poder volver a ver a su familia o regresar a su país.

En su casa él tenía un cuadro en blanco y negro, de dos metros por uno de alto del famoso Guernica de Picasso, a mí, que era chica, me impresionaba mucho entrar y toparme con ese caballo sacando la lengua, la mujer llorando y todo lo que el Guernica muestra. Hoy, considerando que en ese tiempo no creo que haya habido reproducciones en papel afiche como ahora, me queda la duda sobre ese cuadro y su posible originalidad.
Nosotros nos fuimos de la Villa en enero de 1973, ya que mi padre solicitó un traslado por razones de salud, se había enfermado de sinusitis crónica y tenía permanentes dolores de cabeza que lo tornaban taciturno y de mal carácter, además, como todo padre responsable pretendía una mejor educación para nosotros y como en ese tiempo no había escuela secundaria aquí, por una cuestión de practicidad nos envió de pupilos en colegios religiosos durante nuestra etapa secundaria, o con familias amigas o parientes. Papá solicitó al Correo que lo trasladasen a algún lugar con un clima seco y cálido y cuando esto se concretó, yo, que soy la menor de mis hermanos, terminaba cuarto año, o sea que alcancé a estar en mi nueva casa en el Campamento Nº 1 de TPF en Plaza Huincul con mis padres solamente para cursar quinto año, ya que después me fui a la Universidad en La Plata en el año 74. Por añoranzas regresé a Villa La Angostura unos días en verano de 1975 y alcance a ver a don Tratnick por última vez, ya que él falleció en 1977 en circunstancias confusas en el hospital local a cargo del doctor Arraiz. Murió en soledad, él no tenía familiares aquí, solo gente amiga. Está enterrado en nuestro cementerio.
Cuando regresé a mi pueblo en 1995 pregunté a algunas personas sobre qué había pasado con sus pertenencias, para ver si podía recuperar alguna cosa para nuestro Museo, que yo estaba desarrollando y creando el archivo fotográfico del mismo y me dijeron que las fotografías habían sido quemadas y sus pertenencias quedaron a cargo del juez de paz, el Sr, Mendoza en ese tiempo, también fallecido y el juez que había en ese momento era Horacio Maza, quien me manifestó que cuando él se hizo cargo del juzgado, allí no había nada de don Martín.

Este artículo fue escrito por Mechi en colaboración con su hermano Tato Palavecino, de sus recuerdos personales y charlas con don Martín Tratnick, para Archivos del Sur, Sub Comisión de la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer.
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Foto don Tratnick en la puerta de su casa en el Puerto gentileza familia Gaddi Creator: Archivos del Sur
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-Foto Antonio Munar, en la esquina de don Tratnick- Archivo Museo Histórico Regional, Flia.Munar Creator: Archivos del Sur
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don Tratnick y amiga, foto archivo Museo Histórico Regional Creator: Archivos del Sur
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don Tratnick, en el casamiento de Cristina Zamora y Carlos Hensel, por Roberto Palavecino (Padre). Creator: Archivos del Sur
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llave de Villa La Angostura, creación don Tratnick, foto R.Palavecino Creator: Archivos del Sur

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