Hace pocos días, Jorge Newbery viajó de Los Angeles a Buenos Aires. Vino para visitar a su hijo Charles, periodista especializado en finanzas, pero también para reclamar la restauración del monumento en bronce que evoca, en la Chacarita, la memoria del célebre tío que llevó su mismo nombre. De paso, leyó la excelente biografía que le acaba de dedicar el periodista Alejandro Guerrero y que editó Emecé.
"No encuentro errores -manifiesta este arquitecto e ingeniero, residente en los Estados Unidos, pero apegado a las memorias familiares-. Me enteré de datos que desconocía en cuanto a la obra precursora de mi tío Jorge sobre el petróleo."
Se refiere al libro que Newbery escribió con Justino Thierry un libro titulado El petróleo, en 1908, en el que se analizaban usos posibles de los hidrocarburos descubiertos en Comodoro Rivadavia y donde abogaba para que una ley del Congreso pusiera la producción de petróleo bajo control estatal.
Precursores, los Newbery lo fueron en los ámbitos más variados, desde que el dentista Ralph Lamartine Newbery llegó a Buenos Aires en 1872 y cinco años después hizo venir a su hermano George.
Ralph había nacido en Nueva York en 1848, y Sarmiento había frecuentado el hogar de sus padres, Rose y Edward. A los 13 años, Ralph se incorporó como tambor en los ejércitos de Lincoln para luchar en la Guerra de Secesión. Después fue tomado prisionero, buscó oro en Alaska y, ya graduado, se embarcó rumbo al sur. Así lo recordó en un escrito su nieta Adela Parker Newbery: "Caminando por Florida, (Ralph) vio al llegar a Piedad, hoy Perón, la chapa de un dentista, Tomás Coquet. Meses más tarde se casó con la hijastra de Coquet, María Dolores Malagarie, llamada Lola. En la quinta de Belgrano -hoy, Moldes y Blanco Encalada-, que fue el regalo de Coquet a su hijastra, era oriundo de la Martinica, había construido un inmenso invernadero donde cultivaba orquídeas, palmeras y flores exóticas. Además, criaba monos. Lola y Ralph se instalaron allí en 1890 (...) El consultorio quedó en la calle Florida, y luego en Perú 71.
"Tuvieron 12 hijos: Elena; Jorge (nacido el 29 de mayo de 1875); María de los Dolores, melliza de Rodolfo; Eduardo; Elvira; Ernesto; Emma; Carlos; Luis, y Annie. Luis y Emma murieron en la infancia.
"El abuelo Ralph era distraído, soñador, desinteresado y generoso. Muchos se aprovecharon de su bondad, lo estafaron y engañaron. Su mente estaba llena de proyectos, a cual más fantástico. El padre de Jorge era un visionario. Carecía en absoluto de sentido práctico, y amaba la aventura. Tal vez parte de sus sueños se habrían cumplido si su mujer hubiera podido acompañarlo como hizo Fanny Taylor, la norteamericana casada con su hermano George, a quien ayudó a poblar las tierras del Sur. Pero Fanny había nacido en una granja de Ohio. Sabía carnear y rastrear animales, hacer jabón y velas, manejar un Winchester como un hombre. En cambio, Lola era una mujer de su casa, una señora criolla que tenía un hijo por año, hacía dulces, iba a misa y decía que su cuñada era una gaucha a la que no le importaba dormir en el suelo o criar a sus hijos en una toldería.
"Por supuesto, Ralph hacía viajes de vez en cuando. Dejaba a su socio en el consultorio y se iba a conocer sus tierras. Era dentista del presidente, el general Roca, y siguiendo sus consejos después de la Campaña del Desierto había comprado mucho campo. Para poblar las tierras del Nahuel Huapi, entre el río Limay y el lago Traful; las 40 leguas de Lincoln, Buenos Aires, y los campos de San Luis contrató en los Estados Unidos a texanos, entre ellos a Crockett y Jarred Jones, para que lo ayudaran en su gran aventura.
"Mamá siempre se acordaba de los cowboys que acamparon en el fondo de la quinta con carpas y se quedaron meses, hasta que salían a sus destinos. Ella y sus hermanos les enseñaban a tomar mate y algunas palabras en español. Todo fracasó. Los arreos de miles de animales jamás llegaban a destino. Los pobladores se quedaron con las tierras. Lo engañaban y le robaban, pues él jamás desconfiaba de nadie. Ni él ni su hermano George eran hombres de campo. Fue Fanny y no tío George el que armó y conservó la estancia de Nahuel Huapi, que Ralph les cedió. Ralph y George eran dentistas. ¿Qué podían saber del campo?"
Fanny Belle Taylor fue la primera mujer blanca que se estableció en la zona del Traful. "Fue sin duda -dice Adela- el personaje más interesante de nuestra familia. Inteligente, ambiciosa, calculadora, mala, buena... No tenía muchos escrúpulos para lograr lo que se proponía. Su simpatía era muy grande. Tenía una puntería pasmosa, que conservó hasta la vejez, y era una excelente dueña de casa. Llegó acompañando a un tío, pastor protestante." En su estancia, Fanny plantó manzanas en los mallines. Ella y George prosperaron, porque tenían muchísimas ovejas, cuya lana se vendía a Inglaterra. Además, la siembra de salmones y truchas resultó un éxito: los pescadores venían desde Europa. Sólo los desanimaba la falta de confort en Bariloche. "El gran hotel que soñó el tío George llegó mucho tiempo después..."
Hugo Pratt, en notas que tomó en la Patagonia para ambientar una aventura de su Corto Maltés mencionaba "la estancia de los Newbery".
Fanny y George tuvieron tres hijos: Guillermo, Diego y Rosa Virginia (Dolly). "Diego era inteligentísimo -recuerda Adela-; le gustaba el periodismo, escribía bien y era buen músico, pero bastante bohemio. Cuando se fundieron, entró en Mundo Argentino como cronista y luego escribió varios libros. Pampa Grass y La vida es secreta fueron los más conocidos".
En Pampa Grass relató lo que su padre le había contado sobre sus primeras expediciones en el país: en 1879, su viaje a Bahía Blanca en barco; de allí a caballo con un indio como baquiano; su paso por Chaco, Salta y Tucumán buscando zonas petroleras; su aventura arreando cinco mil cabezas de ganado hasta lo que hoy es General Villegas, cuando fue abandonado por los cowboys texanos y en cambio acompañado por un grupo de amistosos indígenas...
George, a quien se considera propulsor de los parques nacionales con su amigo el Perito Moreno, murió el 31 de enero de 1935 en su campo sureño.
"La vida se hizo entonces bastante dura -cuenta Adela-, pero Fanny no era mujer de aflojar, y se mató tratando de conservar la estancia. Se vivía modestamente. Los ocasionales huéspedes pescaban truchas y salmones y las manzanas eran deliciosas. El régimen era muy severo: no se podía visitar a ningún vecino sin permiso de Fanny. En una estancia cercana vivía el odiado Jarred Jones, el texano, con su familia. Fanny vivía pleiteando con él por alambrados, por desaparición de animales, por cualquier cosa, y Jones le tenía bastante miedo...
"Los años no le quitaron nada de su energía y decisión. En invierno se quedaba sola: a nadie se le hubiera ocurrido entonces hacer deportes invernales. En el cerro Catedral hacían esquí algunos extranjeros, pero la industria de la nieve surgió muchos años después.
"Fanny era la norteamericana más anciana de la Argentina. Había pasado los 80 años cuando Eisenhower hizo una visita al país. En su programa estaba incluido conocer Bariloche y a Fanny. El encuentro no pudo concretarse, sino tiempo después, y en la mismísima Casa Blanca."
Los años habían pasado, los precios de la lana ya no eran lo que habían sido y la estancia grande fue vendida. Fanny y sus hijos se quedaron con la zona que bajaba hasta el lago Traful, "un lugar de belleza impresionante, llamado Paso Coihue". Fanny se instaló en la casita de madera con un viejo peón, Curiqueo.
"Ya no estaba tan aislada -sigue Adela-. Había ranchos y familias cada tantos kilómetros. Con un tiro al aire podía solicitar auxilio en alguna emergencia, y las tuvo. Como cuando se incendió la casa y aparecieron los Jones, que siempre estaban presentes cuando necesitaba ayuda. Nunca le fallaron. Podía estar peleada con el viejo y amenazarlo de muerte. Eso no importaba. Creo que hasta les divertía. Pero, como buenos vecinos, ahí estaban para dar una mano. Apagaron el fuego, lo cargaron a Curiqueo desvanecido en el auto y lo llevaron a Bariloche..." Fanny falleció en Buenos Aires en 1966.
Por su parte, Ralph, con su mujer en silla de ruedas y enferma, emprendió al comenzar el siglo su última aventura: buscar oro en Tierra del Fuego. Recuerda Adela que "se han perdido los papeles, los planos, los permisos de cateo que recuerdo haber visto en mi infancia. Todo desapareció. De regreso, en Río Grande, murió de una pulmonía y lo enterraron los padres salesianos en un pequeño cementerio junto al mar. Allí estuve, hace muchísimos años, pero no pude identificar su tumba. Murió el 27 de abril de 1906. Tenía 58 años".
Su hijo Jorge iniciaría al año siguiente sus primeros vuelos en globos aerostáticos.
Del colegio secundario había pasado a los Estados Unidos, donde obtuvo el título de ingeniero electricista en la Universidad de Cornell y fue alumno de Thomas Alva Edison en el Drexel Institute de Filadelfia.
Regresó en 1895. Fue nombrado gerente de la compañía Luz y Tracción del Río de la Plata y dos años después ingresó en la Armada como ingeniero electricista, con grado de capitán de fragata. En 1900 fue nombrado director general de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la Municipalidad, cargo que desempeñó hasta su muerte.
Nada de eso le impedía boxear y enseñar boxeo y natación, jugar al fútbol en Gimnasia y Esgrima, romper el récord de velocidad en bote de cuatro remos largos, ganar un campeonato sudamericano de florete y triunfar con un cuter en una regata en el Tigre.
En 1907, su hermana Lola se casó con Eduardo Parker. En la Navidad de ese año, Jorge voló con Aarón Anchorena en el globo Pampero. Cruzaron el Río de la Plata y tocaron tierra en las proximidades de Conchillas. En 1908 fundó el Aero Club con Anchorena, Carlos Pacheco y Alberto Mascías.
Fueron años de acelerado progreso para la aviación: en 1909 llegó al país el primer aeroplano, un Henri Farman equipado con motor Gnôme de 50 HP. Durante el año siguiente, mientras Jorge se ocupaba de la iluminación del Parque del Centenario, se trajeron dos monoplanos Blériot, cuatro biplanos Voisin y un biplano Farman y llegaron aviadores europeos que harían demostraciones de vuelo: Henri Brégi (superó el récord de 300 metros de altura en el país). Ricardo Ponzelli, Emile Aubrun (que recibió el primer brevet en la Argentina), Paris Le Clerc (el primero que llevó pasajeros).
Durante 1909 se fundó la escuela de El Palomar, y Bartolomé Cattáneo alcanzó los 3000 metros con un Blériot. El 31 de marzo Jorge voló por primera vez en un avión, acompañando a Valleton.
El 13 de febrero de 1910, Jorge ascendió con otros tres tripulantes en el globo Eduardo Newbery. Llegaron a los 3400 metros de altura, récord argentino. La barquilla y el cordaje de ese globo -en el que Eduardo Bradley y Angel M. Zuloaga cruzaron la cordillera en 1916- se exhibe en el Museo Nacional de Aeronáutica, al lado del Aeroparque metropolitano.
El 24 de noviembre de 1912, Aarón Anchorena invitó a Jorge a un asado en su estancia cercana a Colonia. Jorge partió piloteando un Blériot, voló durante 37 minutos sobre el río y descendió muy cerca de donde lo esperaban los invitados. Por primera vez voló de ida y vuelta en el mismo día. Era dueño del récord de altura en globo y en avión, y de la doble travesía sobre el río.
En enero del año siguiente, volando con el instructor alemán Heinrich Lübbe en el monoplano Taübe en 2 horas y 40 minutos a Montevideo, igualó el récord de Teodoro Fels. En mayo llegó con su Morane a los 4400 metros, superando el récord sudamericano. Con ese avión soñaba con alcanzar los 6000 metros necesarios para sobrevolar la cordillera.
Con ese objetivo llegó a París en 1913: obtener un nuevo motor para equipar el Morane. Pocos días antes de partir había conocido al joven Carlos Gardel, que le dedicó el tango La rosa encarnada.
Asistió como delegado argentino a un congreso internacional de electrotecnia en Berlín, habló sobre vuelos de altura en el instituto Eiffel, bailó tangos en El Garrón parisiense y se embarcó, al concluir el año, en el Lutetia, que cargaba en sus bodegas dos motores, un Le Rhone rotativo y un Gnome, destinados a su Morane-Saulnier.
Con ese avión llegó, en febrero de 1914, a 6225 metros, récord mundial de altura por entonces.
"El único recuerdo que tengo de él -escribió Adela Parker Newbery- es verlo sentado en su automóvil de carrera con su bulldog King en el asiento contiguo, una mañana de sol, frente a nuestra casa en Belgrano, cuando yo tenía seis años. Un gran amigo de sus padres poseía en Belgrano una hermosa quinta donde se practicaban deportes hasta entonces desconocidos en nuestro medio, como fútbol y boxeo. Carlos Delcasse era, además, un consumado esgrimista, y Jorge resultó muy buen discípulo.
"En lo de Delcasse se llevaban a cabo muchos duelos. El jardín era enorme y frondoso: proporcionaba la discreción requerida. Jorge se batió algunas veces, pero ignoro los detalles. Sólo recuerdo el duelo que causó la ruptura de su compromiso matrimonial con una conocida niña de nuestra sociedad. Parece que todo fue provocado por una calumnia, decía mamá, urdida por alguien que quiso perjudicarlo y lo logró. Años después se casó con Sara Escalante y tuvo un hijo, Jorge Wenceslao, que murió en la niñez..."
Otra versión refiere un duelo, en 1907, entre Jorge y Alejandro Hoch, terminado amigablemente por Delcasse y suscitado en el Tigre Hotel por un incidente que dejó a Sara Escalante, ajena al hecho, empapada con el champagne que Hoch pretendía arrojarle a Newbery.
Jorge y Sara se casaron el 23 de noviembre de 1908. Una foto de Sara y su hijo, que falleció como consecuencia de una caída del caballo, se puede observar en el Museo Nacional de Aeronáutica. La pareja se separó en 1912: las diferencias entre sus gustos y sus vidas se habían vuelto insalvables. A fin de febrero de 1914, Jorge viajó a Mendoza en plan de inspección. Recorrió la zona adyacente a Puente del Inca a lomo de mula, guiado por baquianos. En el campo de aviación Los Tamarindos probó el Morane de Teodoro Fels antes de regresar al hotel y prepararse para viajar a Buenos Aires al día siguiente. El avión iba a ser desarmado esa noche: Newbery le había advertido a Fels que no se podía volar sobre el ala, ni sin atarse. La gente rodeaba y aclamaba a Jorge en todas partes. Paul Groussac, alojado en el mismo hotel, fue uno de los testigos del trágico fin de semana.
El domingo de Carnaval, 1º de marzo, varias personas se acercaron al hotel. Todo el mundo daba por hecho que antes de su partida Newbery les iba a hacer una demostración de vuelo. Esa tarde, en Los Tamarindos, Jorge ocupó el lugar de Fels, a punto de remontar vuelo, en su avión, con Tito Jiménez Lastra a su lado.
Uno de los testigos explicó después que cuando Newbery equilibró el avión después de volar en tirabuzón sobre el ala izquierda, el aparato se volcó sobre la derecha, sin que el piloto pudiera controlarlo. Cayó sobre un viñedo cercano y Newbery estaba muerto cuando llegaron a auxiliarlo. Jiménez Lastra, gravemente herido.
Diez mil personas acongojadas se agolparon para despedirlo en la estación ferroviaria de Mendoza. Otra multitud acompañó en Buenos Aires el ataúd cubierto con la bandera argentina hasta la Sociedad Sportiva, y el 3 de marzo 50.000 personas, con los aviones de El Palomar avanzando sobre el pavimento, lo siguieron silenciosamente a la Recoleta.
Primeros días de marzo, como hoy.
Se compusieron muchos tangos en su honor: Prendete del aeroplano, de José Ezcurra; A Newbery, de Luciano Ríos, Un recuerdo a Newbery, de José Severino. La gente, que lo llamó el señor del coraje, no lo ha olvidado todavía.
Esperando a Eduardo
Eduardo, hermano de Jorge y avezado yachtman, había realizado varios vuelos cuando se propuso convencer a los militares de la importancia de los aeróstatos. Para ello, quiso volar de noche hasta Bahía Blanca. El 17 de octubre de 1908, abordó el globo Pampero desde un campo en Belgrano, acompañado a último momento por el sargento Romero. Así lo recordó Adela Parker Newbery: "Desde que el barón Demarchi trajo los globos, Eduardo vivió fascinado por ellos y no perdió ocasión de tripularlos. También era dentista, y cuando le avisaban que soplaban vientos favorables dejaba al paciente con la boca abierta. Afortunadamente su socio, el doctor Green, terminaba su trabajo. En esa época se usaban unas pinzas tractoras con tornillo para mantener las bocas abiertas, y los pacientes, en vez de quejarse, quedaban encantados con un dentista que volaba en globo.
Eduardo se casó muy joven con Adela Maranesi y tuvo dos hijos, Silvia y Eduardo. Toda Buenos Aires esperó ansiosamente su regreso, que nunca ocurrió. Sentados en el umbral de su casa en Belgrano, sus pequeños hijos miraban hacia arriba esperando la vuelta de su papá. Su mujer murió un tiempo después y los huerfanitos fueron educados por los abuelos Maranesi. Eduardo fue un abogado brillante y un músico destacado. Tocaba el violonchelo. Además, dominaba varios idiomas; el ruso entre ellos".
Lola, la madre de Eduardo, no sobrevivió mucho tiempo a su hijo: murió el 19 de junio de 1909.
Jorge no sólo volaba, insisten los familiares
Al día siguiente del entierro de Jorge Newbery se inició una colecta popular para erigirle un mausoleo. Obra del escultor Hernán Cullen Ayerza, fue inaugurado en la Chacarita en 1937, en un acto al que asistió, entre muchos otros, su gran amigo Alfredo Palacios.
Es el monumento cuya restauración reclama el sobrino del gran aviador también llamado Jorge Newbery, residente -como su hermano Ernesto, que es ingeniero- en los Estados Unidos.
Otros seis sobrinos del aviador viven en la Argentina. Uno de ellos es Juan Carlos Parker Newbery.
"De San Isidro a Tigre yo era Parker Newbery, el deportista -dice hoy, en su casa de San Fernando, rodeado de libros y fotografías-. De San Isidro al centro, Parker, nomás." Como timonel del Buenos Aires Rowing Club ganó más de 50 regatas internacionales. "Creo que es importante -dice, mirando la foto de su tío- que se conozca la versión menos difundida de la personalidad de Newbery, su trayectoria de ingeniero y en la electrificación de la ciudad."
En su oficina de director general de la Dirección Técnica, Administrativa y Legal de la Secretaría de Planeamiento Urbano del gobierno porteño, su hijo Guillermo -que contribuyó a escribir la historia familiar- piensa lo mismo. Agrega: "Jorge Newbery vivió la experiencia de la aeronavegación a fuerza de coraje y de pulmón. Luchaba contra la incomprensión porque creía que se trataba de algo trascendente en el futuro de la humanidad".
Entusiasta de la obra de Hugo Pratt, Guillermo investiga (como cree que lo hizo el historietista) la posibilidad de que George Newbery, que fue vicecónsul de los Estados Unidos, y el célebre bandido Butch Cassidy se hayan conocido durante sus años de andanzas por la Patagonia.