Poblacion Francisco Gatica
Testimonio de su nieta Etelvina Gatica
Entrevista realizada en el año 2006-07 en Villa Traful por un equipo de antropólogos y estudiantes de la UBA. Fue publicado en el libro Relatos Patagónicos: historias familiares en la construcción del espacio social en Villa Traful. Valverde, García y Bersten editores. En aquella ocasión participamos como baqueanos de los estudiantes y pudimos entrevistar a una serie de familias del Traful entre ellas a doña Etelvina Gatica
Intentaremos más adelante sumar otras voces de los Gatica y así tener una visión más acertada de los derroteros de esta gran familia de agricultores que llegó a Traful en la primera década del siglo XX.
Don Francisco Gatica había nacido en lago Ranco (Chile) en 1868 cuando la colonización alemana empezaba a expulsar a los pobladores mapuche de la región. Sus padres se llamaban Crisóstomo Gatica y Catalina Cheuque.
Estaba casado con María Jesús Pagni Gomes. Los hijos se llamaban Alfredo, Juan Francisco, Basilio, Evangelista, Salvador y Tomasa.
El Permiso Precario de Ocupación y Pastaje, PPOP, fue un sistema siniestro que empleó Parques Nacionales para implementar su política “no oficial” de expulsión de pobladores de las áreas protegidas como son los Parques Nacionales.
El objetivo fue precarizar la tenencia de tierras y territorios (ya que por la ley veinteñal todas las familias de los pobladores eran dueños legítimos y legales de sus tierras ya que las habitaban y producían por más de 20 años consecutivos)
Por eso se les otorgó (recordemos que el engaño fue escandaloso ya que la mayoría eran analfabetos y no comprendían el engaño) el PPOP que los transformaba en un simple acto administrativo de dueños a precarios. A este hecho hay que sumarle la imposición de una serie de limitaciones productivas a la población, que en el caso de los Gatica fue prácticamente mandarlos al muere.
Solo le habilitaron 6 ovejas y 7 cabras para que puedan “sobrevivir” una familia por demás numerosa. La carta de Evangelista Gatica, hijo de don Francisco es por demás elocuente y trágica. Por supuesto el pedido de aumento de animales
(aunque sea tener alguna vaca para faenar) fue negado en aras de la suprema Conservación.
No importó si el gobierno era militar, liberal, radical o peronista. Parques Nacionales funcionó hasta hace unos 20 años como un estado dentro de un estado. Es importante entender que aún se rige por las leyes creadas durante la última dictadura militar (Ley 22.351 hoy aún vigente) que funciona como una rémora que dificulta hoy en día, la reparación de los daños producidos a las familias pobladoras y por lo tanto, la implementación de un plan de re - otorgamiento de derechos humanos esenciales como es el del acceso a las tierras que habitaron desde infinidad de años en el caso de los pobladores de origen mapuche o un centenar de años en el caso de los criollos.
Aunque para principios del siglo pasado los Gatica eran la población que cultivaba la mayor superficie de tierra, unas 10 hectáreas de las cuales 5 eran con riego, van a sufrir desde la llegada de la Administración de Parques Nacionales (APN) en 1934-38 una persecución constante que culmina en el Desalojo de los años 70 y posterior diáspora familiar.
Estamos ante una de las deudas que “debe” Parques Nacionales.
Ayer sábado 6 de noviembre Parques Nacionales celebró una año más del día de los Parques Nacionales y la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer fue reconocida por su labor en la investigación de la historia de las poblaciones del Parque Nacional Nahuel Huapi de la mano de su Intendente Horacio “Tato” Paradela.
Un reconocimiento muy importante que agradecemos y nos señala el camino a construir.
Desde la Bayer y un amplio sector de la sociedad del Nahuel Huapi abogamos por una política de Reparación de los injustos desalojos perpetrados en la larga historia del Parque Nacional.
Doña Etelvina Gatica pudo volver al territorio a fines del siglo XX.
Esta es su Historia
Entrevista realizada en el año 2006-07 en Villa Traful por un equipo de antropólogos y estudiantes de la UBA. Fue publicado en el libro Relatos Patagónicos: historias familiares en la construcción del espacio social en Villa Traful. Valverde, García y Bersten editores.
En aquella ocasión participamos como baqueanos de los estudiantes y pudimos entrevistar a una serie de familias del Traful entre ellas a doña Etelvina Gatica
La Familia Gatica
Desde la costa del Lago Traful, Etelvina Gatica narra la historia de su familia, que es también la historia del pueblo que habita desde su nacimiento. Pertenece a una de las primeras familias en poblar Villa Traful. El asentamiento en el que se establecieron los Gatica se remonta al año 1912, con el arribo de Don Francisco Gatica, el abuelo de Etelvina".
"El apellido de la familia aparece en el mapa. Mis abuelos eran pibes cuando llegaron a Villa Traful Don Francisco Gatica: de ahí salió toda la rama Gatica, sus hijos y nosotros, sus nietos. Eran todos artesanos, los abuelos también."
Francisco y María tuvieron varios hijos, entre ellos, Alfredo y Salvador.
Etelvina es la hija menor de Alfredo y Marcelina Inalef. Ella nunca se olvidó de las
enseñanzas y valores que le dejaron sus padres. Cuando su padre enviudó, la crianza de sus hijos se vio dificultada ya que eran ocho hermanos.
"Mi padre se llamaba Alfredo Gatica, y mi mamá, María Marcelina Inalef. Ella era una mujer muy trabajadora, católica y creyente. Fue una persona muy buena y me dejo un mensaje muy bueno. Y cuando yo sufría me acordaba de ella, la fortaleza que ella me dejó. Fue algo muy valioso para mí, que me ayudó a aceptar todo lo que vino después”
Francisco Gatica se encuentra registrado como uno de los ganaderos situados en la costa del Lago Traful según el Censo Nacional Ganadero de 1930. Asimismo, para el Censo de Pobladores realizado en 1934 sobre la Colonia agrícola-pastoril Nahuel Huapi, uno de sus hijos, Basilio, se encuentra registrado como cabeza de la familia. Esta obtiene un PPOP el 22 de abril de 1937, otorgado por la DPN (permiso No 10). Hacia el año 1965, según el Censo realizado para esa fecha por el Parque Nacional Nahuel Huapi, otros dos hijos de Francisco, Alfredo y Salvador, se encuentran registrados como cabezas de grupos familiares.
Etelvina recuerda las actividades que su familia realizaba y de cómo era la vida en aquellos tiempos.
"Yo conocí a mi abuela, María Pagni... Ella ya era de mucha edad, sin embargo iba a los campos, cuidaba a los animales, ordeñaba, trabajaba la lana, hilaba, tejía en grandes telares. Mi mamá también, Hacían telares, frazadas, mantas, ponchos, medias, fajas, todo lo hacían en forma artesanal. (...) Ella puso mucho amor por la tierra, por su casa, por su familia. No solamente mi mamá y mi abuela, sino todo el poblador antiguo puso mucho por Villa Traful."
Las formas de producción tradicional ocupaban un lugar importante en la vida de la familia. El registro evidencia la práctica de la agricultura por roza y quema para el cultivo de pastos y hortaliza así como el cuidado de árboles frutales.
"Trabajaban los campos, sembraban muchísimo trigo, papa. Recuerdo cómo tenían que zarandear el trigo. Mi mamá tenía una zaranda, ella limpiaba los trigos, y soplaba con el viento. Trabajaba mucho, y no dejaba nunca de atender a sus hijos. También tejía. Trabajaba para eso, para darnos de comer."
Las formas de producción tradicionales también se complementaban con distintas formas de cooperación entre vecinos, que se recuerdan en términos de relaciones entre iguales.
"Toda la gente era muy solidaria. No había diferencias de apellido, todos eran como familiares. Yo les podía decir tío, mamá, papá a todas las personas. Nos enseñaban de esa manera, se hacía una comunidad familiar."
La familia Gatica también conservó la tradición ancestral del pueblo del que era originaria, el pueblo mapuche. Sin embargo, los estigmas que se insinuaban sobre el "ser indio", en el contexto de entonces, retrotraían las tradiciones hacia adentro del hogar familiar y no podían compartirse con el afuera.
"Mi abuela hablaba en idioma, pero nosotros no participábamos de eso. Tenían temor de que supiéramos que tenían un dialecto mapuche. Para mí no era una cosa negativa, pero cuando yo estaba viviendo con mi familia eso se tenía que quedar acá. Esa fue una inquietud que me dolió bastante, porque yo quería expresarlo pero no sabía cómo."
Sin embargo, Etelvina se encargó de transmitirles todos estos conocimientos a sus hijos.
"Yo les enseñé desde chicos las costumbres del campo, los valores del
campo a través de los libros. Les decía que yo venía de una raza así, del
campo. Se los contaba y así también participaban."
Las dificultades del clima y los controles ejercidos por el Parque Nacional en la preservación del equilibrio ambiental ocasionaron graduales migraciones vinculadas a la necesidad de trabajar de los hijos, a medida que iban creciendo y alcanzaban la adultez.
"En la época de la niñez teníamos muchas dificultades, luchando para quedarse en Villa Traful y muy privados de todo. Teníamos muchos problemas económicos. Así que poco a poco se fueron yendo, los hermanos formaron familia por otro lado (...). Por dificultades de trabajo la gente se fue yendo a La Angostura, a San Martin, algunos volvieron y otros no volvieron nunca más."
Finalmente, cuando su padre falleció, algunos hermanos ya se encontraban realizando trabajo asalariado fuera del pueblo, y los más chicos quedaron a merced de oportunidades de empleo que no resultaron experiencias del todo felices.
"Tuvimos la desgracia de haber perdido a nuestros padres; fallecieron. Y yo era una nena. Nos quedamos muy solos, no teníamos a nadie, a nadie que nos ayudara económicamente. Venia gente, nos prometía un par de cosas, y mis hermano eran jovencitos, entonces nos llevaron”
La familia se dispersó y Etelvina fue llevada a Buenos Aires, con las falsas promesas de una vida mejor:
"En una época me llevaron muy lejos. Gente que viene a los campos, que les gusta un chico o una chica y se la llevan a Buenos Aires. A mí me prometieron que me iban a mandar al colegio. Pero no cumplieron con lo prometido y me pusieron a trabajar de empleada doméstica. Ese fue para ml un drama muy grande porque me quitaron lo mejor que yo tenía, la familia se desconectó y a mis hermanos no los vi por muchos años”
A partir de ese momento la vida de Etelvina se dividió entre Villa Traful y Buenos Aires, aunque su corazón siempre estuvo arraigado a la tierra que la vio nacer, y a la que siempre luchó por volver.
"Volví. Allá trabajé, cumplí con mi deber y después volví acá (...) Fui y vine hasta que dije: 'bueno, acá no va más. Yo vuelvo a Traful con mis hijos y con mi pareja. Y mis nietos ya nacieron acá."
Foto 13 Desalojo de la sucesión Francisco Gatica 1976 - colección APN
Guiada por los recuerdos y la fuerza de las tradiciones, Etelvina volvió definitivamente a Villa Traful. Hoy vive con su marido, Alberto Castillo, a orillas del lago, a 5 kilómetros del centro de la Villa, donde su familia tenía las tierras antes de la llegada de Parques Nacionales. Juntos, Etelvina y Alberto luchan día a día por sobrevivir. Su economía familiar actual se basa, casi exclusivamente, en la venta de pan a los turistas durante la temporada de verano. Así nos cuenta su pareja, Alberto Castillo:
"En temporada vendemos pan. Yo me dedico a cortar la madera, a veces la leña. Los que pasan vienen a comprar pan porque nos conocen, somos las mejores panaderos del país. Viene gente de Buenos Aires, todos los años vienen. Y vienen acá por dos motivos primero, porque el pan es bueno, y segundo, porque la gente sabe que nosotros necesitamos. En esos dos meses de verano hacemos unos pesos y nos tiene que alcanzar para todo el año (...). Nos mantenemos con eso y hacemos todo lo que se puede hacer con harina: pan, fideos. Aparte yo soy artesano, hago algunas cosas y las vendo."
La historia familiar parece repetirse. Debido a la falta de trabajo en la Villa sus tres hijos viven en La Angostura, mientras Alberto y Etelvina cuidan a sus nietos, quienes viven con ellos en Villa Traful, rodeados de la naturaleza que para Etelvina es algo muy importante.
"Recién ahora empiezo a entender que en la naturaleza hay energías que te van enseñando. Es una cosa tan hermosa. Dentro de lo difícil de las cosas que pasé, puedo rescatar esa cosa tan bonita que quedó como una flor, y hoy me siento muy bien y agradecida porque siento que no le hice mal a nadie. Algún día voy a tener que decir todo lo que me pasó, pero no quisiera decirlo con dolor sino con alegría.
Por ello, a pesar del tiempo y de la distancia que implicó el desarraigo, Etelvina no olvidó sus raíces y los valores que su familia le había enseñado.
"Lo que más me dolía era que sentía que había perdido un poco mi identidad. Pero no olvidé a mi familia, a mi mamá. Esas costumbres, esas comidas, el trabajo.
Esas cosas quedan en uno.