Wille Arrue y sus recuerdos de "un pueblo simpático"
Archivos del Sur comparte una entrevista dónde Arrue recuerda cómo era la vida junto a Oscar Arraiz, Margarita Cárdenas, Erminda Urra, Claudina Rañiman y Jorge Matias . Por Gerardo Ghioldi
En esta cuarta entrega recuperamos la experiencia de Wille Arrue en el flamante hospital “viejo” construido a la vera de la laguna Calafate cuando la Villa era una aldea de montaña en aquellos lejanos 1974. El médico Oscar Arraiz, las enfermeras Margarita Cárdenas y Erminda Urra, el chofer Jorge Matias, la cocinera Claudina Rañiman, sobre el fantasma y don Cárcamo. Sus libros, su pasión por la literatura, el Plan de Salud neuquino, sus orígenes y sus fuertes debilidades actuales. No estamos en una película de zombies de la sociedad netflixiana, estamos en la cruel realidad pandémica que nos obliga a la sociedad neuquina en general y a sus dirigentes en especial a repensar y dinamizar un nuevo Plan de Salud. El compromiso social de Arrue, plasmado desde niño cuando acompañaba a su padre abogado a visitar a los desheredados de siempre en las cárceles correntinas lo llevó a tener un conocimiento muy profundo de las múltiples sociedades que integran a Neuquén. Su sabiduría sobre la medicina mapuche, sus terapias comunitarias, los grupos de adicciones varias, entre ellas el alcoholismo serán temas de próximas entrevistas. Son varios los libros escritos por Wille, en especial “De la Médica y el Terapeuta” escrito junto a la antropóloga Beatriz Kalinsky marca un antes y un después en cómo abordar desde la interculturalidad la salud en el sur de la provincia de Neuquén.
Les dejamos como aperitivo la entrevista realizada por Roberto Castillo, agente sanitario de San Martín de los Andes, en la cual nos revela la complejidad fascinante que aporta el pueblo mapuche a la visión occidental de la sociedad neuquina.
…“Esta entrevista la realicé el día 11 de febrero de 1988 por la tarde. Como tenía que avisar sobre la desparasitación de los perros al sector Chapelco Chico fue así como llegué al lugar. En la casa n°9 vive doña Sofía, con su hija Tránsito y su nieta Sofía. Al lado está el hijo casado con sus tres hijos y su señora. Cuando llegué ese día a la casa n°9, de a caballo, por supuesto, después de haber visitado a otras familias, encuentro a doña Sofía tejiendo en un telar. Estaba haciendo un matrón, me invitó a bajarme del caballo. Me bajé y la fui a saludar. Me saludó muy amable, y como es común de preguntar ¿Cómo anda?, me contestó preocupada. Y yo curioso, ¿por qué la preocupación? Y empezó a contar el porqué de su preocupación.
Y dijo: Hoy, cuando me levanté y después que me senté a tomar unos mates, vino una gallina a la puerta y cantó como si fuera un gallo, aleteó como los gallos y se mandó tres cantos. Entonces, me voy a morir, fue diciendo la anciana de ochenta y tres años de edad.
Y yo, que no soy lerdo para contestar le dije: ¡qué se va a morir, doña! Si hasta parece más joven que yo. No, me dijo: ¿Sabe por qué le digo? Cuando mi mamá vivía, una gallina vino a la puerta de la cocina y cantó como un gallo y mi mamá dijo: Malas noticias, tal vez, me voy a morir. Y así fue. Al poco tiempo se murió. Y ahora me toca a mí. Y después me dijo, deme las medidas de su recao (montura) que le voy hacer una pelera, para dejarle un recuerdo. Y yo asombrado le dije que bueno.
A la semana me mandó con su hijo el regalo, que hoy todavía tengo de recuerdo. Tres meses después supe que murió. Y que me ha quedado este recuerdo, el relato y la pelera, recuerdos de doña Sofia. Cosas como estas se comentan en el campo y que, a veces, poco se creen. Los testigos fueron quienes estaban en ese momento: dos hijos, cuatro nietos y la nuera de la anciana.
Publicado en “De la Medica y el Terapeuta” de Wille Arrue y Beatriz Kalinsky
4° entrevista a Wille Arrue
¿Cómo era el pueblo de Villa La Angostura cuando llegaste en el ´74?
Era parecido a una aldea de montaña, era un pueblo muy simpático aunque diferente a la norteña. En el noreste por ejemplo son muy expansivos, acá no. Hay mucha más reserva. A mí me impactó el tema de la connotación de lo originario, que le da una impronta propia a nuestro ambiente social. Tenés la diversidad de los pueblos: los integrantes del pueblo originarios de origen Mapuche Tehuelche, los criollos que llegaron de Chile en buena proporción, después la fuerte inmigración de las grandes ciudades del país, y la inmigración importante que viene del exterior, en especial de Europa. Ese perfil de la diversidad me llamó poderosamente la atención, todo dentro de un contexto natural grandioso, con los bosques y lagos. Quiero decir que Neuquén tiene una gran diversidad. Tenés la zona zapalina, la zona centro y el norte neuquino que es mucho más expansivo que la sociedad del sur neuquino.
El Hospital de Villa La Angostura en 1974 era un hospital muy familiar, dos médicos, muy pocas enfermeras y un chofer que se ocupaba de todo. Se hacía de todo, siempre recuerdo una anécdota: la cuestión es que yo recién había llegado al hospital. Estaba tomando mate, había sido un día de mucho trabajo. Siempre que uno llega a un hospital chico está muy observado por los vecinos para ver qué cosas sabe hacer y bueno, Oscar Arraiz había estado sin vacaciones en mucho tiempo, el pobre estaba destruido porque había aguantado el hospital en soledad como médico, es cierto que tenía enfermeras maravillosas, dos de ellas eran Marga Cárdenas y Erminda Urra, un chofer Jorge Matias que era una garantía de todo, nos sacaba de apuro. Éramos muy poquitos, la cocinera Claudina Rañiman que hacía unas empanadas maravillosas.
Carcamo
Todo era muy familiar, bueno, estaba tomando mate y veo una camioneta en la bajada al hospital que “culatea” y llega a toda velocidad. Sale Erminda y lo bajan a un señor. En seguida dejo el mate y voy a ver de qué se trataba. Pobre hombre estaba en coma, inconsciente. Mientras le hacía las primeras intervenciones y lo canalizaba, me comentan que en ese tiempo se estaban haciendo muchas obras de Vialidad, había un grupo de Vialidad muy fuerte en Angostura dirigido por el ingeniero Néstor Eishart.
Estaban haciendo el puente sobre el rio Bonito, una obra importante, el rio corre bien abajo, es un puente alto y estaban con una vibradora. Un señor de nombre Cárcamo muy conocido en el pueblo, se había caído del puente y le cayó la vibradora atrás, quedó colgado de una de las vigas y atrás le cae la vibradora en la cabeza. Tenía múltiples golpes por todos lados. Mientras me explicaban todo esto, me di cuenta que este hombre necesitaba un hospital con un quirófano ya que era muy probable que necesitara una intervención quirúrgica, y me dije: no voy a perder el tiempo en radiografías, teníamos un aparato de radiografía portátil pero que no era garantía de nada. Traté sacarlo del shock y trasladarlo. Le digo a Erminda que estaba sola en el Hospital, por favor dígale a Jorge Matias y me dice: Jorge no está, se está por casar y usted le autorizó para que vaya a buscar unos papeles a Bariloche. ¡Cierto! Me había olvidado.
En ese momento yo no conocía a nadie, que recursos había en la comunidad. El único recurso que tenía claro era el Hospital y teníamos una ambulancia era una pick up Ford V8, una maravilla, Jorge la tenía impecable y me dije: Erminda no podía acompañarlos ya que teníamos dos pacientes graves en el Hospital, entonces le colocamos suero a Cárcamo, lo teníamos recuperado con la presión y me puse a manejar yo. Me acompañó la señora de Cárcamo con un hijito recién nacido adelante, bueno, empezamos a meterle, pero el tema es que yo no había manejado nunca una camioneta y menos una ambulancia. El ripio en esa época estaba flojo porque habían pasado la máquina, la cuestión es que había una curva promediando el recorrido a Bariloche, la venía llevando bien pero la camioneta entra a derrapar, entra a dar vueltas y… volcamos.
Te imaginás, yo pensaba en el pobre Cárcamo que después de la paliza que se pegó en el puente del rio Bonito encima venimos a volcar. Yo estaba patas para arriba, quería salir. Abrí la puerta y estábamos al borde del vacío. Cerré la puerta. Del otro lado no podía salir y cuando estaba por pegarle el tacazo para romper el vidrio para salir por adelante siento un ruido a metal. “Trácate”, “trácate”.
¿Eran fantasmas? ¡No! Era Cárcamo que se había despertado, había salido del coma y con el suero en la mano abrió la puerta y sacó primero a su hijito y después a su señora y por último al médico que lo tenía que cuidar que era yo. Mira el papelón, del punto de vista de la medicina hegemónica, el médico estaba totalmente destruido. Entonces había que trasladarlo a Cárcamo a Bariloche y siento que se acerca un auto que era el de la ingeniera.
Bueno, ahora te voy a contar el relato de la señora de Pablo Dragan que era una ingeniera que estaba con el tema del camino: “Lo primero que hago es ver nuestra ambulancia y a un señor que estaba buscando algo en la cabina”, (ese era yo que estaba buscando mi maletín). “Veo una señora con un niñito al costado del camino y veo un “fantasma” al costado de la ruta haciendo dedo con un frasco de suero en la mano”. El fantasma era Cárcamo, que estaba haciendo dedo. Era un fantasma porque Erminda le había puesto un camisón blanco de los que se usaban antes en el hospital. Así es el relato del fantasma de la Angostura. Así lo tengo escrito. (Artículos Regionales, libro totalmente agotado por Wille Arrue)
¿Y que fue de la vida de don Cárcamo?
Se salvó, llegamos al hospital de Bariloche, afortunadamente no tuvimos ninguna lesión, pero Cárcamo con toda esta historia quedó internado como doce días. Los médicos del hospital de Bariloche no podían creer que no tuvieran que operarlo, no tenía nada, lo que tenía era una conmoción cerebral por el golpe recibido. Salió de esa y estuvo perfecto.
Con el tiempo pasó lo siguiente: yo ya estaba ya en Junín de los Andes, y me pidió el jefe de zona que era Antonio García que fuera a cubrir una guardia de fin de semana en Angostura. Me fui a hacer la guardia y también Erminda Urra estaba de guardia. Era domingo a la madrugada, me golpea la puerta. ¡Doctor! Una señora en trabajo de parto. Las señoras en trabajo de parto suelen elegir la madrugada. Llegué a la salita donde revisábamos y se me fue el sueño. ¡Era la señora de Cárcamo!
Te imaginas que revisé todo, no se me podía escapar nada y pensaba pobre mujer, lo que menos quiere es que yo, que de alguna manera fui el culpable de toda la situación del vuelco de Angostura la termine atendiendo en el trabajo de parto. Seguramente estaba complicada, la atiendo, la reviso, bueno y le pregunto: Su marido ¿Cómo anda? Bueno, está ahí afuera esperando. Lo hicimos entrar a Cárcamo, y abrió los ojos grandes.
Bueno: Usted seguramente prefiere que haya otro médico para atenderla pero yo era el único. Yo les quería decirles que la veo muy bien a la señora, el niño parecería que está muy bien, podemos llevarla tranquilamente al hospital de San Martín de los Andes para que tenga su parto allá. Ahí se miraron los dos de una forma absolutamente abierta, profunda, inquisitiva y Cárcamo me dice: Mire Doctor yo prefiero que mi señora no sea trasladada porque como médico le tenemos confianza pero como chofer no. Ja, ja.
Ahí quedó la historia, todo salió muy bien por suerte, tuvo un niño hermoso, niño que atendí mucho tiempo después ya estando acá en el hospital de SMA, te aclaro que después tuvimos una cierta relación con Cárcamo, muy cordial por cierto.
Contanos acerca de las enfermeras del Hospital de Villa La Angostura a principios de los años ´70
Marga Cárdenas, era una excelente profesional. Del punto vista técnico era irreprochable, era una persona maravillosa, la recuerdo mucho, siempre fue la persona en quien se podía confiar en lo personal y lo técnico y estaba Erminda que estaba casada con un policía de apellido Nader, era un baqueano de la región, muy buena persona, nos ayudó mucho, era nuestro referente en la Comisaria, siempre el que estaba era Nader. Erminda tenía una voluntad y un tesón. Un compromiso impresionante.
Esa dupla de enfermeras era maravillosa, fue la base junto a Oscar Arraiz. Estuvieron muchos años en el hospital de Angostura. Oscar creo que era ecuatoriano, era muy original, uno no sabía si hablaba en serio o en broma, tenía un humor muy especial, pero tenía mucho compromiso con los pacientes.
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